Por
el nombre parece un plan al puro estilo oriental, y algo de eso hubo: un
maestro que demostró que con un poco más de práctica sería capaz de abandonar
la última posición, un par de sujetos compinchados, un sujeto que siempre
quería cambiar de juego y otro dispuesto a comerse todas las palomitas, jugara
o no, hicieron un buen primer plato que, bien condimentada con una “Wi” y poco
de salero, hicieron una tarde memorable, lastada la ausencia de S.G. que
dejaremos en el anonimato y que será recompensado el próximo sábado cuando
juguemos al fútbol-sala.