Cuenta la leyenda que una tarde de septiembre de 1948, en una calle de Barking (Londres), se juntaron algunos de los mejores jugadores ingleses de la década de los 60, y a la postre campeones del mundo en 1966. Los viandantes, los tenderos, las madres, todos los que pasaron por esa calle -aparentemente irrelevante- se dieron cuenta de que ese era uno de los mejores partidos de la historia. Algo parecido pasó este sábado. Allí, las paradas de Pablo M., las paredes de Jaime P., las carreras y de David G., las segadas-caídas y los despejes de Arturo, junto al curre de Chuco, se hicieron un hueco en la historia. En frente, se recordarán la movilidad de Félix y de Nacho, la lucha y pases de Carlos, la presencia de Antonio -eficaz en las dos áreas-, y el marcaje individual de Álvaro (sobre Arturo), desaprovechado por el resto del equipo.
